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Maria Zambrano
Kircher A. (1682). Mundus subterraneus. Amsterdam.
The symbol, the iconic and figuration characterise incidences of architecture that are very distant from each other. What they appear to have in common is the search for tools to refer to knowledge and questions which, however much they are repressed, accompany human experience like subterranean rivers, re-emerging to look for communicative signs: dimensions of the ancestral, the original and sacred, and of the associated mystery. The figure, the icon and the symbol live again as a link with architecture that has this original feeling. They are evocative traces emerging from the least problematic forms of a minimalism that risks aphasia. They particularly infiltrate the most orthodox forms of triumphant knowledge, those that exalt the technological and a futurity that is incapable of leading us towards truly desirable life scenarios and possibilities.
In her research on “poetic reasoning”, which releases things from the human soul that faith in progress has neglected, the Spanish philosopher Maria Zambrano talks about signs, twirling in the artist’s designs, without specifically mentioning the architect. The unusualness of these signs being seeds, in other words of being capable of germinating, well describes the symbolic role of architecture and the need to represent itself as a fecund activity.
The biological metaphor seems particularly useful today in defining a possible role of the symbol in architecture so that environmental awareness and attention to sustainability is not just good practice in building, and in the end a technical-normative prescription or a dominant tool of technique in a new guise, but invests the language of architecture and its capacity to express meanings, restoring us to the primary condition of being inhabitants of the universe.
(Giuseppina Scavuzzo)
SIGNOS
SIGNOS, SEMILLAS
A Ricardo Pascual
Centellean en la noche del ser, a través de la claridad de la conciencia que no la disipa, signos, signos del orinado la matemática, y figuras también de otros reinos, del reino dolo sacro o que a serio tiende, principalmente. Llaman, amenazando convertirse en obsesiones, a ser descifrados; se imponen como estaciones a recorrer, como pasos que hay que dar fuera o más allá del caminado aquel que solo haya trazado de antemano, con su sola, escuálida razón. Rondan y revolotean estos signos colas figuras del arte y colas del que ve visiones. Muchas de ellas fantasmas de algo, ser o suceso, percibido realmente cola vida cotidiana, percibidas realmente, mas no verdaderamente. Y su imagen visionaria persigue así como la verdad inadvertida, como la razón dejada en los aires.
Signos, figuras parecen así ser como gérmenes de una razón que se esconde para dar señales de vida, para atraer; tazones de vida que, más que dar cuenta, como solemos creer que es el único oficiado las razones y aun de la razón toda, y que más que ofrecer asidero a las explicaciones de lo que pasó y dolo que no, llaman a alzar los ojos hacia una razón, la primera, a una razón creadora que cola vida del hombre modestamente —adecuadamente— ha de seria razón fecundante.
Semillas pues, estos signos y figuras dono conocimiento que exige y promete al ser que los mira la prosecución y el despliegue de su vida. Ya dentro de nuestra tradición racionalista, los estoicos hablaron de «razones seminales», expresión que ahora no nos resulta ser tan declaradora. Ya que la palabra Razón ha perdido tanto, se ha desgastado tanto al convertirse en abstracta como para ser la traducción fiel del «logos». Lo que les sucede igualmente a los términos «semillas», «gérmenes», por referirse hoy solamente a lo biológico, sin más.
LOS SIGNOS NATURALES
La atención ales signos no humanos está encerrada en el hombre histórico dentro de la atención que concede a las circunstancias, sin que se pare mientes en que las circunstancias pueden ofrecer una cierta revelación acerca de los elementos que las configuran y que nos piden «ser salvadas» según Ortega y Gasset, que las «descubrió» como depositarías de razón a rescatar del logos oculto.
Y así hay que sorprenderse a si mismo en el asombro ante la evidencia del signo natural: la figura impresa en las alas de una mariposa, en la hoja de una planta, en el caparazón de un insecto y aun en la piel de ese algo que se arrastra entre todos los seres de la vida, ya que todo lo viviente aqui de algún modo se arrastra o es arrastrado por la vida. Signos que no pueden constituir señales, ni avisos. Y que si nos remitimos a ese aviso del puro sentir que vive envuelto en el olvido en todo hombre, se nos aparecen como figuras y signos impresos desde muy lejos, y desde muy próximo; signos del universo.
Mirados tan sólo desde este sentir, estos signos nos conducen, nos reconducen más bien, a una paz singular, a una calma que proviene de haber hecho en ese instante las paces con el universo, y que nos restituye a nuestra primaria condición de ser habitantes de un universo que nos ofrece su presencia tímidamente ahora, como un recuerdo de algo quepa ha pasado; el lugar donde se vivió sin pretensiones de poseer.
¿Sucedió alguna vez el que los seres humanos no habitaran en ciudad alguna'? Pues que ciudad puede ser yola cueva, el rudimentario palafito. Ciudad es todo lo que tiene techo. Y al tener techo, puerta. Un dintel y un techo, una habitación donde solamente su dueño y los suyos, y los que él diga, pueden entrar, por escaso abrigo que proporcione. Ya ese hombre ha trazado un limite entre su vida y la del universo, una frontera.
Maria Zambrano (1904 -1991) studied under the philosopher Ortega y Gasset and spent a lot of her life in exile (in Italy from 1954 to 1964) due to her opposition to Francoism. On returning to Spain in 1984, she won the Cervantes Prize in 1988. Her principal works include Filosoía y poesía,1939, La confesion. Género literario y método, 1943, and El sueño creador, 1965.
Maria Zambrano in a photo at the university.